A lo largo de la Historia del Arte, y fundamentalmente en el Arte reciente, se ha deconstruido una idea que ha acompañado al Arte en la mayor parte de su camino. Se trata del aura, ese halo semidivino que envolvía a las obras de arte separándolas del mundo, ya no sólo físicamente mediante un pedestal en un museo, sino espiritualmente. El Arte se acerca al hombre, del que se veía desligado, al perder este “brillo” especial. Temas, así como ejecuciones, formas y modos se convierten en otros.
Volviendo a mi comparación del Arte con el lenguaje, considero que el Aura es otro de los elementos que se pueden, o no, emplear. Góngora y Quevedo debatieron sobre la importancia de la complejidad del lenguaje. Hoy, nadie duda que la Galatea de Góngora sea una gran obra, pero tampoco que Un hombre a una nariz pegado es, también, uno de los mejores poemas de la historia, a pesar de su lenguaje más próximo a una riña callejera. Del mismo modo, Miguel Hernández, con su lenguaje rural consiguió versos irrepetibles. Se convierte pues la cuestión más en un juicio de gusto. Ya no se trata de qué es más Arte, sino de qué te “gusta” más. En mi caso, considero el aura en las obras del arte como un aditivo con el que se ensalza, que no engrandece, una obra de Arte. Con ella distanciamos la obra del plano humano hacia un universo distinto, un universo de las ideas, o lo que para Platón sería lo mismo, de lo “perfecto”. Este distanciamiento coincide con la mayoría de mis planteamientos a nivel formal, se trata de una unión indisoluble, por supuesto, aunque no siempre se consiga en la práctica. Las ideas con las que suelo tratar son fundamentalmente abstractas, pero aun cuando no lo son, el hecho de desplazarlas hacia un plano más elevado a través del aura contribuye a universalizarlas. Por ejemplo, en un momento dado traté mi visión de la mujer como objeto. Aunque se trata de una idea más pragmática de lo que podría ser la libertad, el hecho de no concretarlo en lo real, sino desplazarlo a ese plano intermedio tan nombrado hace que se pueda hacer extensivo a todas, que se transforme en lo que a la postre es una realidad abstracta y conceptual, la visión de la mujer.
Este aura viene otorgada en parte por una visión casi mágica de la obra. Es así, porque así tenia que ser. Algo parecido a lo que afirma Miguel Ángel “yo no esculpo, solo elimino el mármol que sobra”. Las obras se presentan ante el espectador casi como algo que ha aparecido en el mundo de forma fortuita, casi natural, en la que ni siquiera nos planteamos su fabricación, su proceso, porque no ha habido nada antes de que ellas apareciesen. En su taller, el pintor trabajaba con una tela y pigmentos, y un día apareció el cuadro que se nos presenta, ajeno a todo lo anterior, pues, en la practica, no tiene nada que ver con aquello que lo ha fabricado, es un ente en si mismo, un hijo nacido y gestado en el vientre de su hacedor, pero de una forma natural.Estas conclusiones las he extraído de mi experiencia en la realización de trabajos. El hecho de conocer el proceso, el carácter casi manufacturero, de la evolución de la obra desvirtúa ese halo de misterio, pues al fin y al cabo, ya se conoce parte del misterio. Por este motivo no aplico tendencias como el proyect art o el arte procesual, ya que no quiero que los demás participen de la creación, y de esta forma mantener ese carácter casi mágico
Volviendo a mi comparación del Arte con el lenguaje, considero que el Aura es otro de los elementos que se pueden, o no, emplear. Góngora y Quevedo debatieron sobre la importancia de la complejidad del lenguaje. Hoy, nadie duda que la Galatea de Góngora sea una gran obra, pero tampoco que Un hombre a una nariz pegado es, también, uno de los mejores poemas de la historia, a pesar de su lenguaje más próximo a una riña callejera. Del mismo modo, Miguel Hernández, con su lenguaje rural consiguió versos irrepetibles. Se convierte pues la cuestión más en un juicio de gusto. Ya no se trata de qué es más Arte, sino de qué te “gusta” más. En mi caso, considero el aura en las obras del arte como un aditivo con el que se ensalza, que no engrandece, una obra de Arte. Con ella distanciamos la obra del plano humano hacia un universo distinto, un universo de las ideas, o lo que para Platón sería lo mismo, de lo “perfecto”. Este distanciamiento coincide con la mayoría de mis planteamientos a nivel formal, se trata de una unión indisoluble, por supuesto, aunque no siempre se consiga en la práctica. Las ideas con las que suelo tratar son fundamentalmente abstractas, pero aun cuando no lo son, el hecho de desplazarlas hacia un plano más elevado a través del aura contribuye a universalizarlas. Por ejemplo, en un momento dado traté mi visión de la mujer como objeto. Aunque se trata de una idea más pragmática de lo que podría ser la libertad, el hecho de no concretarlo en lo real, sino desplazarlo a ese plano intermedio tan nombrado hace que se pueda hacer extensivo a todas, que se transforme en lo que a la postre es una realidad abstracta y conceptual, la visión de la mujer.
Este aura viene otorgada en parte por una visión casi mágica de la obra. Es así, porque así tenia que ser. Algo parecido a lo que afirma Miguel Ángel “yo no esculpo, solo elimino el mármol que sobra”. Las obras se presentan ante el espectador casi como algo que ha aparecido en el mundo de forma fortuita, casi natural, en la que ni siquiera nos planteamos su fabricación, su proceso, porque no ha habido nada antes de que ellas apareciesen. En su taller, el pintor trabajaba con una tela y pigmentos, y un día apareció el cuadro que se nos presenta, ajeno a todo lo anterior, pues, en la practica, no tiene nada que ver con aquello que lo ha fabricado, es un ente en si mismo, un hijo nacido y gestado en el vientre de su hacedor, pero de una forma natural.Estas conclusiones las he extraído de mi experiencia en la realización de trabajos. El hecho de conocer el proceso, el carácter casi manufacturero, de la evolución de la obra desvirtúa ese halo de misterio, pues al fin y al cabo, ya se conoce parte del misterio. Por este motivo no aplico tendencias como el proyect art o el arte procesual, ya que no quiero que los demás participen de la creación, y de esta forma mantener ese carácter casi mágico