MITHOS

Los mitos son, en su origen, un medio para la explicación de diferentes fenómenos. En un principio, como en toda religión en un estadio temprano, se centran fundamentalmente en explicar los fenómenos naturales que resultan de difícil comprensión para el hombre del momento. Ahí tenemos a los dioses griegos más antiguos, como Zeus, Hera, Hestia, Demeter…. Que constituyen en realidad la personificación de la naturaleza. Sin embargo, cuando nos encontramos ante una sociedad más avanzada, y en el caso de la griega lo es, estos mitos, esta religión, se extiende al plano de lo humano. En los mitos encontramos respuestas, así como planteamientos para todas aquellas experiencias que nos puede plantear la vida. La mitología se convierte, por así decirlo, en un cuerpo donde se ven reflejadas todas las facetas del ser humano.
Y en concreto la griega, resulta sumamente interesante en este sentido, ya que es plenamente actual. Esto se debe, fundamentalmente a dos motivos. Obviamente, la mitología que mejor representaría a la sociedad occidental, y más en concreto a la mediterránea, que es a la que pertenezco, es la griega, pues es el origen de la misma, y este tipo de sustrato cultural es imposible de eludir. Sin embargo, bajo mi punto de vista el motivo más importante y creo que mucho más interesante, es sin duda el modo y los temas que desarrollan. No nos encontramos ante mitos ultra fantásticos que se convierten en biografías de los dioses que apenas atañen a los seres humanos, como podríamos ver en la mitología nórdica. Tampoco los mensajes que transmiten están al servicio del estado, articulando y justificando leyes, como es el caso de las sociedades mesopotámicas. Ni siquiera se sirve a si misma, como el caso de la católica, en la que sus propios mitos se centran fundamentalmente en auto reforzarse. Los mitos clásicos sirven al hombre, algo muy propio de una sociedad profundamente humanista. Por supuesto, encontramos en ella ejemplos de todo lo anterior, pero se articulan como fenómenos prácticamentente aislados, o secundarios a favor del motivo central del tema principal. No, en absoluto, los mitos clásicos son reflexiones, son planteamientos que analizan de forma metafórica y con una exquisita estética narrativa[1] al hombre. Las experiencias que refieren son generales, son inquietudes propias de la humanidad y que ahora son tan válidas como entonces, pues a pesar de cambiar el contexto, el hombre es el mismo. Seguimos teniendo celos, ansias de poder, nos seguimos enamorando, seguimos siendo amados y rechazados, seguimos viéndonos envueltos en esa suerte de vorágine del destino que parece conducirnos a un final sin que podamos hacer nada… es por ello que me interesa tremendamente el mito griego, pues da análisis y explicación a prácticamente todo. No importa si para conseguir riqueza uso una espada o un ordenador, el motor de la historia es el mismo, y el desarrollo similar.

Para encontrar respuestas sólo hay que mirar atentamente pues están ahí, esperando a ser escuchadas.

Estos mitos, estas historias, son una forma de conocimiento, probablemente mucho más antigua que cualquier otra. No son sino símbolos que nos representan aquellas inquietudes más profundas del género humano. Y es precisamente en el “símbolo” donde descansa toda su capacidad transmisora.
La palabra “símbolo” ha sufrido una degradación. Hoy en día, lo simbólico choca con el carácter cientificista de nuestra sociedad, que rechaza todo aquello que no puede ser estudiado desde un punto de vista objetivo, similar al de las ciencias naturales. Así, el símbolo se ha convertido en algo prácticamente esotérico, metafísico. O como Bertol Brecth dijo “ No podemos esperar mucho del simbolismo”.
Ahora que la herencia de los padres y las tradiciones ya no se respetan, los símbolos han perdido su sentido y parecen un testigo mudo de tiempos ya superados. Ya no vemos en el cielo estrellado la capa de la noche tachonada de diamantes, sólo el espacio infinito de nuestro universo sembrado de “masas de gas que irradian luz y calor”, ya no sentimos estremecimiento infantil con la fidelidad en el pecho[2]. De esta forma, se nos escapa el sentido profundo y trascendental que los símbolos han tenido hasta ahora.

Ese sentido es más importante que la simple superficie a la que apuntan, que la historia que cuentan; en los símbolos religiosos y artísticos encontramos un sentido determinado simultáneamente que apunta más allá de esta escena de sentido[3]. Y esto sí era entendido por todos hasta ahora. Los símbolos, son parte del mundo del pensamiento, que se manifiestan en el mundo físico a través de señales (signal), que son los iconos. Estos son los mensajeros de ideas profundas que afectan directamente al hombre. Los símbolos no son claros, todo lo contrario, son equívocos, pero son también necesarios cuando las palabras resultan insuficientes; son por lo tanto significantes en sí mismos. Claro está que dependiendo de la persona, las “palabras” de las que disponga serán más o menos. Es decir, si nos ubicamos en la Grecia antigua, la capacidad para comprender estas ideas abstractas de la que dispondría Platón, sería probablemente superior la de un campesino, y es en este momento en el que entran en juego los símbolos, pues mediante ellos, se hace accesible a todos. De este razonamiento extraemos, por tanto, que lo fundamental es la idea que respalda al símbolo, al que llegamos mediante iconos o señales. Pero si invertimos esta ecuación, nos queda que la señal es el primer estadio de la idea, están conectados, y así, no sólo representa a la idea, sino que la hace presenta a través de ella[4]. Y de esto se deriva que los símbolos y sus representaciones no se pueden inventar sin más ni más; son algo que viene dado y que tiene sus raíces en el colectivo, en la sociedad.
Por ejemplo, si pintamos un coche de un color u otro, no pierde ni gana significado. Pero si del color en si, ligado a determinadas propiedades, es de lo que hablamos, la cosa cambia. El rojo simboliza pasión, fuerza, amor, vida (también muerte)... y ya no puede ser sustituido por otro. Este hecho no se produce por que el rojo en si ostente esas propiedades, todo lo contrario, pues los colores cálidos, con toda la simbología que traen, son de menor carga energética que los fríos. No, las bases hay que buscarlas en otro sitio. Hay que buscarlas en la sociedad que las respalda. Sociedad de la cual somos miembros, y a la cual estamos ligados de forma indisoluble. En este sentido se puede hablar de cómo para la cultura occidental el negro es luto, tristeza y seriedad; mientras que para las sociedades orientales estas connotaciones las tiene el blanco
[1] No debemos olvidar que en la Grecia Clásica los valores artísticos se aplican exclusivamente a la narrativa.
[2] Goethe, Grenzen der Menscheit.
[3] Alois Halder, Symbol, El mensaje de los Símbolos
[4] Símbolo viene del griego “sin bolo”. Se utilizaba para designar unas tablillas de madera que se partían en una despedida, quedando cada uno con una parte. Para ellos, en su parte de la tablilla estaba, literalmente presente aquel que estaba lejos.