ENDIMIÓN 2007


Aprovechaos de la juvenil edad que se desliza silen­ciosa, porque la siguiente será menos feliz que la primera. Yo he visto florecer las violetas en medio del matorral, y recogí las flores de mi corona entre los abrojos de la maleza. Pronto llegará el día en que ya vieja, tú, que hoy rechazas al amante, pases muerta de frío las noches solitarias, y ni los preten­dientes rivales quebrantarán tu puerta con sus riñas nocturnas, ni al amanecer hallarás las rosas esparci­das en tu umbral. ¡Desgraciado de mí!, ¡cuán presto las arrugas afean el semblante, y desaparece el color sonrosado que pinta las mejillas! Esas canas que juras tener desde la niñez, se aprestan a blanquear súbitamente toda tu cabeza. La serpiente se rejuve­nece cambiando de piel, lo mismo, que el ciervo despojándose de su cornamenta; a nosotros nada nos compensa de las dotes perdidas. Apresúrate a coger la rosa; pues si tú no la coges, caerá torpe­mente marchita. Añádase a esto que los partos abrevian la juven­tud, como a fuerza de producir se esterilizan los campos. Luna, no te ruborices de visitar a Endi­mión en el monte Latinos


V. 83. Latmius Endimion. -El arrogante Endimión dormía con sueño no interrumpido sobre el monte Latmos de Caria; la Luna lo vió, y hechizada por su gentil apostura, descendió del cielo, le abraza efusi­vamente y reposa junto a él, persuadiendo a los mortales de que no era tan helada como se presumía la condición de la reina de la noche.[1]
[1] Ovidio, Ars Amandi. Biblioteca interactiva Cervantes. Pag85 y 120