
Aprovechaos de la juvenil edad que se desliza silenciosa, porque la siguiente será menos feliz que la primera. Yo he visto florecer las violetas en medio del matorral, y recogí las flores de mi corona entre los abrojos de la maleza. Pronto llegará el día en que ya vieja, tú, que hoy rechazas al amante, pases muerta de frío las noches solitarias, y ni los pretendientes rivales quebrantarán tu puerta con sus riñas nocturnas, ni al amanecer hallarás las rosas esparcidas en tu umbral. ¡Desgraciado de mí!, ¡cuán presto las arrugas afean el semblante, y desaparece el color sonrosado que pinta las mejillas! Esas canas que juras tener desde la niñez, se aprestan a blanquear súbitamente toda tu cabeza. La serpiente se rejuvenece cambiando de piel, lo mismo, que el ciervo despojándose de su cornamenta; a nosotros nada nos compensa de las dotes perdidas. Apresúrate a coger la rosa; pues si tú no la coges, caerá torpemente marchita. Añádase a esto que los partos abrevian la juventud, como a fuerza de producir se esterilizan los campos. Luna, no te ruborices de visitar a Endimión en el monte Latinos
V. 83. Latmius Endimion. -El arrogante Endimión dormía con sueño no interrumpido sobre el monte Latmos de Caria; la Luna lo vió, y hechizada por su gentil apostura, descendió del cielo, le abraza efusivamente y reposa junto a él, persuadiendo a los mortales de que no era tan helada como se presumía la condición de la reina de la noche.[1]
[1] Ovidio, Ars Amandi. Biblioteca interactiva Cervantes. Pag85 y 120
V. 83. Latmius Endimion. -El arrogante Endimión dormía con sueño no interrumpido sobre el monte Latmos de Caria; la Luna lo vió, y hechizada por su gentil apostura, descendió del cielo, le abraza efusivamente y reposa junto a él, persuadiendo a los mortales de que no era tan helada como se presumía la condición de la reina de la noche.[1]
[1] Ovidio, Ars Amandi. Biblioteca interactiva Cervantes. Pag85 y 120